Mis libros de 2018

He leído mucho en 2018, aunque menos libros de los que me gustaría. Entre mudanzas, cambios de trabajo, altibajos personales y cambios varios, si algo le ha faltado este año han sido tardes de sofá, té y la compañía de un bien libro en silencio. Por los pelos he cumplido mi objetivo de Goodreads de leer 24 libros en total (aquí tenéis la lista), y si algo espero en 2019 es ser capaz de encontrar algo más de tiempo no solo para leer, sino también para disfrutar de lo que leo.

Ha habido más ficción en mi lista este año que el pasado, algo que espero que se mantenga en 2019. Devoré Surprise Me de Sophie Kinsella (como si se pudiese leer un libro suyo sin devorarlo), me encantó también El Hombre que Perseguía a su Sombra de David Lagercrantz, dentro de que se lee más como un fanfic que como una verdadera continuación a la altura de la saga. La Templanza de María Dueñas me dejó algo a medias, un libro que lo promete todo en su primera parte y que se hace interminable en la segunda.

La primavera estuvo llena de libros sobre París. Todo empezó a través de A Paris All Your Own, una recopilación de impresiones sobre París escritas por autoras que escriben sobre la ciudad. Me lo encontré por casualidad en las estanterías de Shakespeare & co, y lo leí en un día entre el Café Livres en Chatelet y el bus que me llevó de París a Brujas aquella tarde. A raíz de ese libro llegué a Mrs Hemingway en París, de Paula McLain, que recuerdo leer al sol en el Luxemburgo pensando en cuando Ernest y Hailey paseaban por allí, y pasé un fin de semana creyendo estar en los años 20 parisinos. Souvenirs Dormants, fue uno de mis libros favoritos del año, un libro sencillo, minimalista, que te traslada a ese París de Modiano de un modo que solo él sabe hacer.

También en París llegó uno de esos libros que te cogen desprevenida y te rompen los esquemas: Memoirs of a Dutiful Daughter, la biografía de los años de infancia de Simone de Beaovoir. Un libro deliciosamente escrito que te guía por la transición de la infancia hacia la madurez, por un camino de descubrimiento personal. Una historia de grandes y pequeñas decisiones y problemas, y de cómo a veces los problemas más pequeños de la vida parecen los más grandes. Un libro abierto, transparente y sincero en la voz que narra los pensamientos y emociones de esa niña que crece, que se convierte en individua, que decide dejar de creer en Dios, que es producto de su entorno y a la vez no lo es.

Hacia el verano llegaron mis dos primeros libros en italiano: La Quinta Tappa y Di Fuore e Lealtà, una ventana hacia la vida de Vincenzo Nibali que me enamoró por cómo está escrito, pero sobre todo por ser una ventana hacia su infancia, su Sicilia natal, su progresión, su testarudez y tantas otras cosas que el tiburón lleva consigo cada vez que da una pedalada. Está tan bien escrito que creo que lloré con todas y cada una de las victorias que se narran en el libro (y no hace falta que os cuente que Nibali tiene unas pocas).

Ya en otoño vinieron sobre todo libros para la universidad. No os voy a contar nada sobre Why Nations Fail o sobre Guns, Germs and Steel que no podáis encontrar online, salvo que ninguno me gustó demasiado (aunque debo reconocer que el segundo es desternillante a ratos sin pretenderlo). Identity in Formation, de David Laitin, fue una grata sorpresa: nunca pensé que un libro sobre la identidad de las personas rusas en los países de la antigua URSS pudiese interesarme lo más mínimo, pero se convirtió en uno de mis favoritos de no ficción del año. No diría tanto con The Politics of Authoritarian Rule de Milan Svolik, aunque también me gustó mucho. Sin duda el libro de ciencia política que más me ha gustado este año ha sido Strangers in Their Own Land, de Hochschild. Un libro que nace con una búsqueda de empatía, de comprender a los votantes de extrema derecha en el sur de Estados Unidos a través de conocer sus historias personales, sus motivaciones, los motivos que los hacen tomar una determinada posición política. Sin duda uno de los libros que más me han hecho pensar este año (maravillosamente escrito, por cierto).

En clase de italiano me enamoré de dos libros sobre escribir en un idioma que no es el tuyo. L’analfabeta, de Agota Kristoff y In Altre Parole, de Jumpa Lahiri, han marcado mis primeros contactos con la escritura en italiano. Ambos libros me han inspirado y hecho ver un idioma -en mi caso, el italiano- como algo de lo que te puedes enamorar, algo que puede ser una ventana no solo hacia fuera sino hacia ti misma. En ambos casos, son historias sobre cómo conocer un idioma se convierte también en una historia de conocimiento personal y de conocimiento de la realidad a través de otros ojos. No he terminado de leerlo, pero Un’assenza de Natalia Ginzburg ha sido, tal vez, el primer libro que me ha hecho sentir en italiano, y es maravilloso.

El año ha terminado con Comportarse como Adultos, de Yanis Varoufakis, exministro de finanzas griego. Un libro que, contra todo pronóstico (lo empecé con una visión sobre la crisis griega bastante definida por mi parte) me ha hecho cambiar bastante de opinión tanto sobre Varoufakis como sobre el modo en que la UE gestionó la crisis del euro. Es un libro con un carácter ideológico fuerte y con una narrativa ciertamente sesgada, pero partiendo de ahí es una lección interesante -y una invitación a la reflexión- sobre cómo los juegos de poder son al final mucho más importantes que las buenas intenciones, e incluso que las buenas ideas políticas.

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